Trabajadores conectados al Internet de las Cosas y autobuses que hablan

«Tenemos que poner los pies en la tierra cuando hablamos de digitalización». Ésta era la observación con la que el ministro de Economía y Energía alemán, Matthias Machning, abordaba el porvenir del Internet de las Cosas en el Internet Of Things Solutions World Congress, que esta semana reunía en Barcelona a representantes de grandes empresas que han apostado por esta revolución. «¿Cuántas industrias se han transformado realmente?», invitaba a reflexionar en el discurso de apertura Derek O’Halloran, director de Futuro de la Economía Digital del World Economic Forum. «Una o dos: los medios y, quizás, el comercio», resolvía.

El Internet de las Cosas -IoT, por sus siglas en inglés- cambiará la forma en la que trabajamos. Cambiará los trabajos en sí. Cambiará el transporte, las ciudades, la agricultura, la ganadería… El concepto base es que éste brinda la posibilidad de recopilar datos para su consecuente análisis gracias a la incorporación de sensores. Permite que varias máquinas o dispositivos de una fábrica actúen como uno solo, con una mayor comprensión del entorno en que se mueven. Y los beneficios son inmedibles. Por ello, la Cuarta Revolución Industrial ha sido, sin duda, el concepto más escuchado en el seno del congreso. «El éxito económico de una empresa no es sólo una cuestión de producto físico, sino de datos», afirmó Machning.

«La clave en el mundo industrial conectado es asegurar la eficiencia operacional y la efectividad, teniendo la información correcta y las capacidades correctas para que uno haga bien su trabajo», resumía el Director Global de Accenture Mobility, Jim Balley. Para éste, los trabajadores conectados cuentan -o deberían contar- con sensores y procedimientos inteligentes y capacidad de asistencia digital, y compartir un procedimiento exitoso con otros para ir creando una red know-how que les ayude en la misma situación.

Hacer real el ecosistema del Internet de las Cosas comienza por conectar lo que todavía no está conectado. El siguiente paso será dotar de inteligencia a la red de dispositivos y, por último, dotarlos de autonomía. Así es, al menos como lo ve el vicepresidente de Intel, Jonathan Ballon. O el máximo encargado del IoT en HCL, Sukamal Banerjee, quien recordó que el año pasado, en el mismo congreso, se habló de la tecnología del Internet de las Cosas, pero no de cómo usarla o de cómo ésta puede aportar valor de negocio. Algo que sí se ha tratado ampliamente este año.

Para Banerjee, la clave es incorporar dicha tecnología en ambientes integrados en los que el usuario sea el centro. «El valor de negocio viene cuando se cierra el círculo: se conecta un objeto, genera datos, se analizan los datos, se generan conocimientos, se orquestan los objetos, se optimizan los procesos, se consigue mejorar la productividad, se gana valor, se generan nuevos datos, etc.», explicó.

El director de Microsoft Azure IoT, Sam George, incidió en todo lo positivo que ofrece ahora el Internet de las Cosas: que las máquinas están dejando de estropearse, la energía está siendo más eficiente, el transporte es más seguro, las ‘smart cities’ son más sostenibles y económicamente más viables, la agricultura gana más calidad con menos recursos y mucho menos desperdicio e, incluso, el sistema de salud está mejorando. Y, lo mejor, «que todo esto está pasando ahora».

Proyectos lanzados

Hasta la industria trasladó el mismo concepto Mark Hutchinson, presidente de General Electric en Europa. «A nivel operacional, cuantos más datos podamos analizar, mejor podremos trabajar con la máquina. Permite predecir errores». De lo que hablaba es de los gemelos digitales o lo que es lo mismo: la versión digital de la máquina. Se obtiene a base de sensórica y, en combinación con analítica predictiva, previene fallos y optimiza costes. Hutchinson remitió, como ejemplo práctico, a su traslación a la granja eólica. Más allá, expuso sus aplicaciones en aviación para simular condiciones ambientales, prevenir daños y optimizar la inspección de la máquina.

La versión de Schneider Electric confluyó en la asociación de la eficiencia energética y la conectividad en un marco que predice que en el 2040 aumentará un 40% la demanda de energía. Así, la empresa ha desarrollado una solución en la queconecta la red en función de la demanda energética y distribuye la electricidadreduciendo costes y pérdidas. De paso, aprovechaba Prith Banerjee, CTO de la firma, para presentar su solución Ecostruxure, una infraestructura abierta de conectividad para IoT.

Microsoft, en la línea, hizo gala de su nuevo programa de seguridad para el Azure IoT -el entorno para la ejecución de aplicaciones en la nube de Microsoft-, un nuevo sistema de gestión y clasificación de la información, así como una solución para la gestión de los concentradores y sus constantes actualizaciones. No sólo eso, Accenture aprovechó su charla para hablar maravillas de Hololens, un sistema de Microsoft que ayuda a los operarios de maquinaria en tiempo real mediante realidad virtual.

Por su lado, Intel presentó a Apolo Lake, un nuevo dispositivo pensado para funcionar como software dentro del coche -tanto para sistemas de entretenimiento, como para la seguridad y asistencia del conductor-; para mejorar el control y coordinación de los robots dentro de las fábricas; o para crear una nueva generación de procesadores de imagen que lleguen tan lejos que incluso entiendan lo que está ocurriendo en las imágenes que graban, sobre todo pensado para sistemas de vigilancia.

Todo ello sirvió para confirmar lo que el líder en Europa de la división IoT de IBM, Nicola Villa, vaticinó: que «el Internet de las Cosas se está convirtiendo en un ente cognitivo». Aprende de forma activa de las cosas, el contexto y las interacciones y se adapta continuamente para ser más útil y robusto. Ejemplo claro de ello es Olli: un bus autónomo que funciona con el sistema operativo de IBM Watson, que circula sólo y contesta a los requerimientos de los pasajeros.

Este nuevo modelo cognitivo del que Villa hablaba, de hecho, ya está en pruebas con Dell y Toshiba. El dúo anunciaba la primera plataforma de pruebas de ‘deep learning’, desarrollada conjuntamente, aprobada por el Consorcio de Internet Industrial. La nipona trasladará este banco de pruebas al Smart Community Center en Kawasaki, donde realizarán un análisis de los datos acumulados. Ambas compañías se servirán de esta plataforma de pruebas para verificar la efectividad de aplicar el aprendizaje profundo a plataformas de IoT y establecer una guía de buenas prácticas que mejore la funcionalidad de las máquina.

Las posibilidades de la conectividad emergen de las redes ‘wireless’, detalló el vicepresidente de Intel, que incitó a explotar sus aplicaciones. Con la promesa del 5G en el horizonte, aseguró que este estándar -esencial para que las anteriores aportaciones de los expertos consigan explotar- permitirá escalar desde unos pocos datos a grandes cantidades en tiempo real. «El 5G ofrecerá un ratio de transmisión de datos de un Gigabit por segundo y miles de objetos conectados».

Todo parecen ventajas, pero Sam George, de Microsoft, se encargó de recordar a la audiencia que aún quedan aspectos por arreglar para que esto sea una realidad masiva. En su opinión, es difícil mantener una seguridad cohesiva y, lo más complicado, es incompatible con la mayoría de infraestructuras convencionales actuales.

Muy ligado a esto, el responsable de ventas de IoT de Vodafone, Tony Guerion, protagonizó una charla alrededor de todo lo que queda aún por conectar. Advirtió que el Internet de las Cosas algún día dictará la moda, tomando como ejemplo perchas inteligentes que indiquen a cuánta gente le gusta la prenda que sujetan. O que revolucionará las granjas. De hecho, la empresa ya ha colaborado en la creación de Moocall, un sensor encajado en la cola de una vaca que manda un mensaje de texto al granjero cuando está a punto de parir.

Todos versaron sus discursos en la misma línea. Y la coincidencia absoluta fue que todo lo anterior no será posible si no se concibe la apuesta por el Internet de las Cosas dentro de un ecosistema en el que deberán actuar todas las empresas, rivales o no, codo con codo.

 

Fuente:

El Mundo

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