Viajar en combi es hasta un 40% más caro y los usuarios vuelven al transporte público

Subieron sus precios por los aumentos en la nafta, los peajes y otros gastos. Según las empresas, perdieron un 15% de pasajeros en los últimos tres años.

Los aumentos funcionan en cadena. Primero, allá por febrero, fueron los peajes. Antes, después y durante, los combustibles. En el medio, el alza del dólar. Tres subas que influyeron sobre las combis, un servicio que todos los días transporta a decenas de miles de pasajeros entre el Conurbano y la Capital, y no para de encarecer. Desde enero, las empresas del sector actualizaron hasta tres veces la tarifa y los incrementos en un año llegan al 40%.

Las combis proliferaron desde principios de los 2000, con el deterioro de los trenes. Años atrás, de lunes a viernes a partir de las 17, sobre Cerrito y Carlos Pellegrini las filas se alargaban con empleados y estudiantes que esperaban para subirse a algunas de las tantas camionetas blancas que los devolverían a sus casas, en la Provincia. Entonces muy pocas estaban regularizadas. Hoy, hay más control e incluso dos terminales que las ordenan: una en Puerto Madero, a metros del Luna Park, y otra -subterránea- frente al Obelisco. Ahí, los aumentos se ven en las boleterías, con carteles que tienen que ser reemplazados por otros con nuevas tarifas, y en las filas que se acortan.

“Pasé de usar la combi todos las mañanas a sólo los lunes. Es el día más difícil y quiero empezar la semana facilitándome ese traslado”, dice Fabián Acevedo. Hace un año se mudó de Boedo a Ituzaingó, al Oeste del conurbano, donde vive su pareja. Al principio le costó adaptarse a las distancias en kilómetros. “Para mí, que desde Boedo resolvía viajes en 20 minutos, la combi era una necesidad. Pero sólo la mantuve hasta el verano”. Es que en menos de un año el abono de 20 viajes pasó de $ 1800 a $ 2400, como está en la actualidad. Y ya no paga ese abono, sino un boleto individual de $ 140. La parada de la combi está a metros de su casa y el final del recorrido es en Plaza de Mayo. A pocas cuadras, está su oficina. “La combi se convirtió en un privilegio. Prefiero limitarme y usar esa plata para ahorrar para las vacaciones. En reemplazo, recurro al tren Sarmiento. No tengo una estación cerca. Pero mi suegra me acerca en auto”. Desde Once a veces sigue hasta el Centro en subte. Otras camina.

Las combis son un servicio sin subsidios. El precio de los boletos, la nafta, el mantenimiento y renovación de los vehículos corren por las empresas que cubren los distintos ramales. Los recorridos más tradicionales son los que atraviesan zona Sur y Oeste del GBA. Los primeros tuvieron subas más chicas, del 20%; circulan a lo largo de la avenida Hipólito Yrigoyen, sin abonar peaje y con paradas en Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora y Almirante Brown. Los otros van por autopista: Panamericana, Buenos Aires-La Plata, Ricchieri, Dellepiane, Illia o 25 de Mayo. Sólo en este último acceso, a través de un acuerdo con el Gobierno porteño, tienen un descuento del 15% en los peajes.

“Nuestras unidades son Mercedes Benz. Su cotización es en dólares, lo mismo los repuestos. La suba del dólar, junto a los peajes y combustibles, son incrementos que no podemos trasladar enteros al servicio. Por eso, los aumentos se mueven entre un 20% y 40%. No queremos ser un artículo de lujo”, dice Luis Brisighelli, presidente de la Cámara de Empresas de Transporte Ocasional, que agrupa al sector. Según sus datos, desde 2015, la cantidad de pasajeros cayó un 15%.

De lunes a viernes, por la esquina de la casa de Javier Longoni, en Parque Leloir, cada mañana y cada cinco minutos pasa una combi. “Cada vez están más caras. Ya aumentaron tres veces: primero en enero, después en abril y ahora en junio”, dice. Un año atrás el pasaje individual salía $ 100, hoy está $ 140. El tren es hasta diez veces más barato, pero opta por la combi al menos en el viaje de ida. «Salgo 6.45, a esa hora los trenes van llenos y no siempre cumplen el horario. Por eso pago un medio abono mensual y me garantizo el asiento”. Su vuelta es menos amable pero más económica: primero usa el subte y después dos colectivos.

Para otros, las combis ya son un servicio expulsivo. Patricia Salinas y Pablo Frei dejaron de usarlas en el verano. Antes, las tomaban en el empalme de la autopista Ezeiza-Cañuelas con la Ricchieri. “Mi gremio todavía no cerró paritarias. Vivo con el mismo sueldo desde el año pasado. Pero todo sube y el boleto de la combi está a $ 110. Por eso migré al tren”, dice ella. Hasta hace unos meses, el primer día hábil de cada mes, su pareja se levantaba a las 4 de la mañana para comprar pasajes de un servicio diferencial del Roca. “Era una logística imposible y ahora viajamos en el Roca común, desde Monte Grande hasta Constitución. Tardamos más, pero es la opción que más nos cierra”, agrega como esperando el día en que el transporte público acorte las distancias y trasladarse entre el Conurbano y la Capital ya no sea una complicación.

 

Fuente:

Clarín

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