Ramón, un chofer “fuera de serie”: el humor y el respeto “son propios de cada uno”

“¡Suban chicas que se larga el agua!”, les dice Ramón a las tres señoras de entre 50 y 70 que esperaban el 17 en el barrio San Martín de La Banda. Las mujeres ascienden, ríen de la ironía porque es un día soleado y saludan a este conocido chofer que espera pacientemente a que todos suban y pasen su tarjeta.

En las paradas siguientes no será distinto; tiene especial respeto por los adultos mayores, a los que a veces les toma tiempo subir o bajar los escalones, como así también con las embarazadas o personas con discapacidad que a diario usan el transporte urbano. También con los desorientados, a estos les anuncia las calles de las próximas paradas y los edificios de visita más frecuente.

Ramón Geréz vive en el barrio Campo Contreras con su esposa y sus tres hijos. No tiene redes sociales, pero se enteró de que en ese mundillo, una foto suya recogió cientos de comentarios positivos tras la publicación de un usuario.

“No tengo un teléfono adecuado para eso. Me manejo con un celular chico, un Nokia de los de antes para recibir llamadas y hablar nada más”, comenta mientras saca de su bolsillo el modelo 6600. Asegura que con un celular nuevo no podría conducir, “porque te vas a distraer”.

Es su familia y los mismos pasajeros quienes le contaron que en las redes sociales, los usuarios elogiaban su paciencia, respeto y buen humor. Cree que estas atributos “son propios de cada uno, que ha ido puliendo con los años su carácter y su forma de tratar con la gente”.

“No les sé el nombre, ni dónde viven pero mantenemos una relación de amistad, siempre es un gusto y una alegría saludarlos, verlos, comentar cosas”, sostiene sobre los que usan el transporte público a menudo o esporádicamente.

A los 62 años de vida, Ramón acumula 46 de trabajo. Comenzó como guardia de ómnibus en una empresa del interior y luego pasó a ser chofer. De esos inicios recuerda que el colectivo funcionaba hasta como ambulancia, pues trasladaban a los enfermos “desde medio del monte para los hospitales”.

Un día hábil de su vida arranca a las 3.30. A las 4 lo espera un remis para llevarlo a la empresa, para subir al colectivo a las 4.30 hasta las 21, de lunes a viernes. “Trabajo corrido para tener tiempo de descansar. Tienes que ser ordenado y organizado, si no no vas a andar. Los fines de semana descanso sábado y domingo o los feriados; uno los aprovecha para estar con la familia”, comentó.

Ramón sabe que entre sus colegas hay muchos que tratan mal a los pasajeros. Se lo cuentan durante los viajes: “no solo los dejan tirados en las paradas sino que sufren el maltrato, la mala educación. La gente les hace referencia a mi persona, le dicen: ‘por qué no son como Ramón que nos ayuda, nos ubica a donde vamos y un sinfín de cuestiones que le reclama la gente con justa razón y eso no les gusta”.

La situación no es nueva. Intentó cambiarla proponiendo a la empresa dictar charlas para los choferes, pero la iniciativa fue desestimada.

A pocos años de poder jubilarse, Ramón sostiene que le gustaría seguir trabajando mientras tenga salud. “Todavía no he pasado por el médico”, asegura mientras saluda a un hombre mayor que sube y le da mano en un amigable “eh Ramoncito”.

 

Fuente:

SurSantiago

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