Humor Busólogo: Dime dónde te sientas y te diré quién eres

Cuando nos subimos a un colectivo de recorrido urbano, uno puede reconocer las personalidades de las personas que viajan en función del lugar en el que se han sentado. Esto surge en base a la vasta experiencia de un personaje conocido como «El Viejo de la Bolsa» y podría considerarse de carácter axiomático, y por lo tanto, irrefutable. Cualquier declaración en contrario se considera propia de alguien que no acepta su realidad y por lo tanto será invitado a rever su línea de pensamiento o bajarse de este bondi, lo que prefiera.

1- El/la que se sienta en la fila individual: Este espécimen varía si es masculino o femenino. En el caso de las féminas, son nenas “bien”, que no quieren interactuar con el medio, probablemente tengan una relación estable y si pueden van siempre con anteojos oscuros y auriculares, con una evidente falta de predisposición para relacionarse. En cambio si es un varoncillo, se trata de un retraído por definición. Jamás toleraría sentarse en los asientos dobles porque no soportaría tener que pedir permiso o que le pidan permiso, ya que el flaco no interactúa. Ni hablar de que lo rocen. Si el flaco pudiera le mandaría una cortinita del lado del pasillo para ir mirando por la ventana mientras se encierra en una especie de cabina de cine, sin nadie que nadie lo moleste.

2- El que se sienta detrás del chofer: Este sí que es un personaje odioso. Si es una damicela, es la que se lo charla, porque el fercho le dijo una guarangada irreproducible al subir que ella interpretó como un piropo digno de Ruben Darío y se queda ahí para acompañarlo mientras termina la vuelta. Si en cambio es un hombre, claramente se trata de un amigote del chofer, levantador de quiniela clandestina, revendedor de autos flojitos de papeles, cambiador de cheques diferidos o cosas por el estilo. El mono le va contando anécdotas al fercho, quien las festeja animado con sonoras risotadas. En cualquiera de los dos casos el resultado es que el fercho termina quitando la atención del manejo y por lo tanto es este pasajero/a el verdadero causante del 80% de los accidentes que involucran un bondi. El otro 20% se la pegan solos los choferes aunque vayan con el micro vacío de día, bien dormidos, y sin tráfico.

3- El que se sienta en los asientos reservados y se hace el tonto: Este es el capitán de los maleducados. Si arriba hay un cartel muy visible, son solo cuatro asientos y además es normal que se suba gente mayor, embarazadas y discapacitados, ¿para qué diablos te sentaste ahí? No importa que esté vacío, quedate parado, y si te sentás quedate atento para pararte al instante en que suba alguna de las personas mencionadas arriba sin chistar, ni hacer pucherito, y nunca esperar a que te lo pidan. Y esto va también para las mujeres no tan viejas, cuarentonas o cincuentonas, que se hacen las desentendidas como si fueran ancianas y miran para los costados como diciendo “que algún joven se pare y le dé el asiento a la embarazada”.

4- El que se sienta en los asientos dobles (no reservados): este es el típico tranquilo, amiguero, sin problemas para relacionarse. Es el que apenas se sube mirotea qué asientos están libres y si es un muchacho, tratará de identificar si hay alguna chica a la vista en estos asientos donde pueda ir a sentarse al lado. Siempre con la boba suposición de que le dirá algo “casual” y podrá entablar una conversación, pero por lo general se van al mazo cuando se dan cuenta que la joven los va a dejar pagando, el bondi está llenito y algún vecino se le va a reir de frente al freezer que se va a comer. No pasa de hacerse el que mira cada tanto justo para donde está la chica y trata de cruzarle la mirada, siendo esto totalmente evadido por la hábil dama. En el caso de una mujer, suele ser porque no encontraron lugar en los asientos individuales y chau, no hay tanta complicación.

5- El que se sienta en la fila del fondo: un groso por donde se lo mire. Este es el que se la banca más que nadie arriba del bondi. Cuando vas ahí atrás estás expuesto a las peores inclemencias del tiempo cuando el chofer abre la puerta, y sobre todo cuando se la olvida abierta, cosa que hace totalmente adrede cuando es invierno o cuando va por una calle de tierra y es su manera de exteriorizar el resentimiento que tiene por manejar un bondi todo el día. Este pasajero/a se banca todo. Ni Conan el bárbaro se aguanta semejante trato sin ponerse a llorar. Cuando el bondi se come un lomo de burro, esta fila de asientos parece un trampolín. Si el bondi frena de golpe (o peor aun choca), salvo que vayas en los asientos de las puntas de esta hilera, vas a empezar a sentir una banda de sonido con el tema “I believe I can fly” antes de impactar contra el parante central del parabrisas.

 

Fuente:

AETAT

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