La otra cara de las fiestas de egresados: usan “boliches móviles” y muchos son ilegales

Secuestraron 32 desde octubre. Les faltaban asientos y manijas para agarrarse. Los habilitados no pueden llevar pasajeros de pie ni circular a más de 35 km/h.

«El micro, por dentro, no tenía asientos. Íbamos todos parados, bailando. Nos pasó a buscar por el bar en el que hicimos la ‘previa’, en Palermo, y nos llevó hasta el boliche, en la Costanera. En realidad, paró a dos cuadras. Y de ahí nos bajamos y caminamos hasta la puerta del boliche». El testimonio es de Benjamín (17), que junto con su colegio organizó la fiesta de egresados a principios de diciembre. Y el colectivo del que habla es un «boliche móvil», cada vez más usado para festejos de todo tipo.

Esos buses son sinónimo de celebración, y atributos no les faltan: tienen música, animadores, pista de baile, luces de colores y a veces hasta caño de poledance. Pero también podrían definirse por la negativa. No tienen cinturones ni agarraderas. No cumplen con medidas de seguridad mínimas. No están reglamentados, lo que los deja fuera de todo marco legal. Y sus conductores no son profesionales aptos para transportar pasajeros. Aunque estos micros están cada vez más de moda, en el último tiempo vienen acumulando multas por decenas de miles de pesos.

Los motivos: usos no autorizados, que les valieron infracciones por hasta $ 26.000, y transporte ilegal de personas, cuyo importe a pagar asciende a $ 178.500. Esos son los montos que sumaron los 32 «boliches móviles» secuestrados por el Gobierno de la Ciudad entre octubre y diciembre.

Es que este tipo de colectivos no son legales desde un principio: no están comprendidos en el Código de Tránsito y Transporte de la Ciudad. Y, en los que fueron secuestrados, se detectaron además la falta de agarraderas, cinturones y asientos, y el incumplimiento de otras medidas de seguridad.

Pese a su ilegalidad, pueden cobrar entre $ 2.500 y $ 4.500 por un viaje de una hora dentro de la Ciudad, que en general comienza en el lugar donde los chicos hacen la «previa» y concluye en el boliche elegido para festejar oficialmente. También ofrecen otros servicios, opcionales: acceso VIP a locales bailables, traslados a after-office y cenas. Y no sólo pueden ser «previas» a fiestas de egresados sino también a despedidas de solteros o solteras, casamientos y cumpleaños.

Los que sí pueden funcionar están dentro del rubro de los llamados “ómnibus de fantasía”, por lo que sus responsables están obligados a someter a los vehículos a una serie de verificaciones técnicas y a cumplir con medidas de seguridad adicionales, como circular a velocidades limitadas y hacer únicamente recorridos cortos.

Estos «ómnibus de fantasía» figuran en el artículo 9.9 del Código de Tránsito y Transporte, que hace alusión a aquellos colectivos usados para recreación o excursión y cuya carrocería tiene motivos alegóricos o decorativos como, por ejemplo, el “tren de la alegría”. Para circular, sus responsables están obligados a pedir un permiso especial en la Dirección General de Habilitación de Conductores y Transporte.

Para obtener ese permiso, que es anual, los conductores deben tener licencia profesional y los vehículos tienen que estar radicados en la Ciudad y con el pago de la patente al día. A su vez, las unidades deben pasar una revisión técnica especial sobre condiciones de seguridad, entre ellas, sistema de sujeción y pisos antideslizantes. Otro de los requisitos es que todos sus pasajeros viajen sentados y no usen pirotecnia, no hagan ruidos molestos ni consuman bebidas alcohólicas. Y que el vehículo circule por el carril de la extrema derecha y a 35 kilómetros por hora como máximo.

El micro que tomó Benjamín estaba encuadrado en esa categoría. Sin embargo, consultado por este diario acerca de si el colectivo iba por la mano derecha y no superaba la velocidad máxima requerida, el joven reconoce que el bus iba mezclado entre el tránsito. «Durante el viaje hubo música e íbamos todos bailando y cantando, con las ventanillas abiertas», agregó.

Como «ómnibus de fantasía» dicen enmarcarse, también, en la empresa DiscoBus. “Hay una laguna jurídica en este ámbito. La única forma de operar es como micro de fantasía, pero esa categoría debería modificarse, o bien crearse una específica, que sea más laxa en ciertas cuestiones”, opina uno de los representantes de la compañía.

Desde esa empresa ven “muy difícil mantener a toda la gente sentada, son adultos. Está perfecto que regulen y controlen pero deberían dar cierto margen para estar a reglamento. Si no, cada vez que uno se cruza con un policía, tiene que pagar una multa de al menos cinco ceros”.

Blas Lynch, encargado de la empresa PartyBus, cuenta que, «para evitar problemas, paramos en alguna calle y, con el bus detenido, dejamos que los chicos bailen unos 15 o 20 minutos. Lo hacemos en alguna zona con pocos vecinos, como cerca de un parque, por ejemplo». Esa compañía es una de las primeras en el rubro, y también está habilitada como servicio de ómnibus de fantasía.

Los «boliches móviles» que no fueron habilitados como ómnibus de fantasía, en cambio, no sólo pagan multas: al ser ilegales, son directamente secuestrados, en operativos que se realizan desde la medianoche hasta las 6 de la mañana en Palermo, San Telmo y la Costanera. Las inspecciones son llevadas adelante por la Secretaría de Transporte del Gobierno de la Ciudad y en ellas participan miembros de la Dirección General de Habilitación de Conductores y Transporte, así como agentes de Tránsito.

Las “previas” de las fiestas de egresados, un problema arriba y abajo del colectivo

Otra cuestión que preocupa a padres y profesionales va más allá de los «boliches móviles»: pasa por todo lo que los chicos toman antes de entrar a festejar su egreso, durante las famosas “previas”, se hagan en colectivo, en una casa o en un salón.

Según la Agencia Gubernamental de Control (AGC), este año hubo 353 fiestas de egresados en alguno de los casi 160 boliches inscriptos en el Registro Público de Locales Bailables. En los lugares más chicos, el alquiler arrancó en $ 60.000, pero en los más grandes llegaron a pedir hasta $ 140.000, de acuerdo a cifras de la Cámara de Empresarios de Discotecas de Buenos Aires (CEDEBA).

Para este tipo de fiestas hay una normativa particular, distinta a la habitual en los boliches: se prohíbe la venta de alcohol y hasta la publicidad de bebidas alcohólicas en las barras. Además, debe haber al menos cinco padres responsables de las conductas de los chicos. A esa regulación, lanzada por el Ejecutivo en 2007, se le sumó en 2016 una resolución de la AGC con más exigencias.

Sin embargo, el problema empieza antes: muchos llegan borrachos por todo lo que tomaron en las “previas”, donde todos llevan gran cantidad de bebidas alcohólicas. El propio director de la AGC, Ricardo Pedace, había admitido al comienzo de la temporada alta de fiestas que “podemos hacer un seguimiento exhaustivo de los lugares donde se hacen los festejos, pero necesitamos que los padres acompañen para que los jóvenes tomen noción del riesgo que sufren al exponerse a este tipo de consumo desmedido”.

 

Fuente:

Clarín

Artículos Relacionados

Redes Sociales

212,157FansMe gusta
21,464SeguidoresSeguir
9,036SeguidoresSeguir

Últimas Noticias

spot_img
error: Contenido Protegido