La historia del colectivo «Embrujado» de la Línea 306

El prototipo Dimex, en su último destino como transporte regular

Esta unidad llegó carrozada desde México en 1997 y con ella se organizaron presentaciones del nuevo chasis que la filial argentina fabricaría en su planta de Mercedes. Fue llevado a varios puntos del País, pero finalmente fue la única que llegó carrozada de origen. Pasado un tiempo se comercializó y recaló en el Expreso Esteban Echeverría, que la utilizó durante muchos años. Su diseño nos es extraño, para lo que estamos acostumbrados a ver aquí. La carrocería es un producto de la firma Ayco.

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Supo existir en nuestro pago, un coche “embrujado”. Nadie quería trabajar en él, rehusaban firmemente a conducirlo e incluso hoy, se niegan a hablar de sus vivencias. Quizás porque aun sienten escalofríos incluso, los más rudos choferes de la “306”.

Aunque algunos se la ingeniaban para no hacerlo, otros no podían evitar mirarlo cuando iban a tomar servicio en la madrugada, en el garage de Spegazzini. Ya su pinta no era muy agraciada; los que dicen que saben hablan de chasis Dimex, mecánica Cummins 1997 y carrocería Ayco, datos quizás valiosos para los cazadores de fantasmas, pero no para los lavadores o mecánicos, los que veían subir inexistentes pasajeros. Ni que hablar cuando en las frías madrugadas, las luces se prendían y apagaban solas; o alguien, tan intangible como incorpóreo, tocaba el timbre como pidiendo bajarse. O aparecía aquella joven.

Se cuenta sobre el terrible accidente que sufriera el “77” en México DF, en donde supo atropellar a una chica, o quizás varias, no lo sé. Quizás por eso le quitaron la ciudadanía y lo enviaron a nuestro país, se cree, a la concesionaria Camibús, sobre camino de cintura en Llavallol. Pero parece ser que no olvido su historia. En algunas noches calladas en el playón, los limpia parabrisas se ponían a danzar solos, las puertas abrían y cerraban sin que nadie anduviera cerca (quién se atrevería). Solía chistar o sólo perdía aire, pero asustaba tanto como cuando se veía caminar en su pasillo, a esa mujer vestida de novia con resplandeciente aurea. Para cambiarle la historia le cambiaron el número y pasó a ser el “74”, pero él no se dio por enterado y siguió haciendo de las suyas.

Los rompedores de mito intentaron actuar con celeridad y afirmaron que el coche llegó “cero kilómetro” y sin accidente alguno; aunque en baja voz admiten que quizás “si atropelló y mató a alguien acá y su alma no se bajó del coche nunca más”.

Parado desde antes del 2007, su pintura se fue volviendo anaranjada. Algún valiente, de tanto muy en tanto, o algún pirucho desconocedor, lo sacaba para hacer viajes cortos, escolares o actos políticos. Demás está decir que hasta no hace mucho, la empresa no había conseguido venderlo a nadie. Hoy su patente ya no figura en la CNRT, es solo un fantasma del pasado.

Fuente:

Junta de Estudios Históricos del Distrito Ezeiza

Por: Juan Carlos Ramirez Leiva

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