Tucumán: Combis y truchos vs. colectivos

El escenario es de esquema agotado, casi sin salida, como describió el intendente capitalino, Germán Alfaro. Los mastodontes del transporte urbano agonizan y sus conductores cortan esquinas reclamando que la sociedad no eche al olvido que ellos también viven en agonía, que no les pagaron sus sueldos y que sus familias necesitan comer. Los mastodontes han sido reemplazados por las combis en la capital, servicio de transporte precario y escaso, limitado con muchos riesgos adjuntos (posibilidades de contagio, incertidumbre en caso de accidentes) pero no muy diferente de lo que ha sido la realidad cotidiana en los colectivos tradicionales.

En Tafí Viejo ya estaban siendo reemplazados internamente con el sistema municipal, una prueba piloto que parece rendir frutos (haría falta un estudio para saberlo) y desde anteayer en Banda del Río Salí se emplean 10 ómnibus de los llamados “limoneros” (vehículos bastante viejos, que se usaban para traslados de jubilados y de niñas y niños a las escuelas, y para servicios de sepelio) que han sido organizados para la emergencia y con mucha prevención por el intendente Darío Montero, a la espera de que el conflicto del transporte se solucione.

Esta curita bandeña, que es gratuita, funcionó a medias, porque el corte en el puente Lucas Córdoba obliga a los bandeños que se trasladan a la capital a bajarse, caminar a través del puente y tomar un taxi de entre el ejército de autos de alquiler que están esperando a los usuarios del lado capitalino. El ómnibus les sale gratis pero el remise los obliga a un gasto sustancial. Este esquema de emergencia no puede extenderse en el tiempo para los usuarios, que son, por un lado, el sector más empobrecido de la sociedad y por otro, el personal esencial en la pandemia. En realidad no puede sostenerse para nadie, pero la emergencia se hace visible para todo el mundo en la circunstancia de estos ciudadanos.

Los desregulados de siempre.

Esos usuarios ya saben cómo son las cosas: el ejército de taxis junto al puente Lucas Córdoba y la flotilla de combis oficial capitalina entran a jugar en un escenario en el que ya juegan desde hace mucho los truchos, desentendidos de las regulaciones del Estado que dicta normas lógicas del primer mundo para que se apliquen en el tercero. Los truchos están desregulados y nadie les exige nada. No sólo están como autos rurales o taxis pirata en el interior de la provincia, donde el servicio de ómnibus es escaso, o malo o inexistente (depende de la localidad) sino que se desempeñan a sus anchas en varias zonas de la capital. Antes estaban en la Plaza Independencia voceando los servicios para el sur. Ahora, con la plaza cerrada, están cerca de ella. Y en El Bajo, sobre calle Crisóstomo, están instalados los que les hacen competencia al Tigre o al Tandilense por los pasajeros que van a San Andrés. En algunos casos, cobran el doble de la tarifa ($ 60) y llevan tres o cuatro pasajeros por auto. Nadie controla que cumplan con protocolos anticoronavirus. Lo mismo que los taxis que ayer estaban apostados junto al puente Lucas Córdoba.

¿Qué pasa en el caso de las combis oficiales?

La Municipalidad capitalina va a promover el servicio de modo permanente, sobre todo ahora que el intendente ha salido con los tapones de punta tanto contra los empresarios (les recrimina que no han aportado ideas, que no buscan reconvertirse y que sólo se quejan de que necesitan más subsidios) y contra los gremios de camioneros y de UTA (les dice que esperan aumentos de salarios en pandemia y que no hacen concesiones en lo salarial). También reniega de la idea de hacer sociedades estatales que impliquen que se ponga más dinero porque el Estado “ya no da para más”. Y remarca la inequidad en el reparto de subsidios con que está engolosinado el Gobierno nacional en su desesperación por seducir al monstruo electoral de Buenos Aires y CABA. “¡Qué país federal tenemos!”, ironiza. ¿Su idea? La solución de la combi o el minibús desregulados prácticamente, en la que la Municipalidad no pone un centavo y tampoco lo cobra.

Los problemas son de los dueños y conductores de combis y de los usuarios.

Los empresarios, que en el último año y medio pasaron de ser los malos de la película a ser víctimas, ahora advierten que se está ante otra realidad. ¿Qué pasa con las exigencias de pisos bajos, el pago de TEM de uso de la vía pública, el pago de IVA, ingresos brutos, la comisión por el uso de las tarjetas Metropolitana y Ciudadana, el salario de los choferes y la cantidad de pasajeros y el aire acondicionado en la combi? ¿Y el horario de 5 de la mañana a 1 de la mañana? También, ¿cómo se cubrirá el servicio para personas discapacitadas y para estudiantes y alumnos de primaria? ¿Se eliminarán los subsidios en la desregulación? ¿O sólo se trata de una emergencia?

Lo que está claro es que las cosas no van a cambiar así nomás.

Las aspirinas sólo pueden aliviar el dolor. El intendente pasó las 14 líneas a “concesión precaria”, pero hay que ver quién se hará cargo del servicio. Ya de hecho hay seis que están en concesión precaria porque les caducaron la concesión pero los dejaron seguir porque no había reemplazantes. Además, no es un problema que sólo le competa a la Municipalidad capitalina. Así como los empresarios no pueden manejar el costo salarial (se debate en paritarias nacionales) ni el costo de insumos (el manejo de la inflación es un problema nacional) y tampoco la tarifa (hace un año y medio que el Concejo Deliberante capitalino y tampoco el Gobierno provincial conceden aumentos), tampoco la Municipalidad maneja ni distribuye subsidios.

Costuras degradadas

El Gobierno provincial parece el convidado de piedra en este problema, pero sí tiene voz y voto, sólo que no los usa. De él depende la crisis terrible que hay en el transporte en el interior provincial. Por otro lado, hay también una dispersión que se va agrandando en el Gran San Miguel de Tucumán, que ya está interconectado de hecho pero no de derecho, porque los límites están totalmente abandonados. El intendente taficeño, Javier Noguera, dice que las “costuras” entre las jurisdicciones están degradadas y mal administradas -basta ver la avenida de Circunvalación y los accesos a la capital desde los cuatro puntos cardinales- cuando debería haber un acuerdo sustancial entre los municipios para ver los problemas comunes: tránsito, salud, seguridad, energía, medio ambiente. “El área metropolitana está sin cohesión; de otra forma no se va a resolver. La capital es el epicentro, pero es de todos”, dice. En el transporte se empiezan a ver las diferencias de acción, de medios, de vehículos, de tarifas. Van a volver locos a los usuarios que atraviesan esas costuras.

¿Qué va a pasar cuando se supere el paro de choferes?

La agonía se aplacará por 20 días pero el conflicto estallará de nuevo con virulencia. Ya es tiempo de revisar las costuras y de debatir qué sistema de transporte necesita, quiere y puede conseguir Tucumán. ¿Corredores? ¿Ómnibus grandes o chicos? ¿Eléctricos, a gasoil o híbridos? ¿Y qué pasará con los trenes? ¿Resurgirán como en otras partes del país? ¿Habrá transporte gratis, con boleto cero? ¿O será caro? ¿Seguirán los subsidios? ¿O estará todo desregulado, abandonados los usuarios a la ley de oferta y demanda y a su propia suerte? La pregunta final, básica, es cómo se va a financiar cualquier cosa que se haga.

 

Fuente:

La Gaceta

Por Roberto Delgado

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