Perros en colectivo. La historia del paseador que se volvió viral

La Bestia, como apodan al bus escolar, lleva unos 15 animales en sus butacas adaptadas; León Sipes, el conductor, lo compró hace dos meses para dar un servicio diferente

Perromóvil: El paseador de perros que busca a las mascotas en un colectivo

La Bestia avanza por la avenida Chorroarín envuelta en ladridos hasta que se detiene cerca de la estación Arata del tren Urquiza. Los perros que viajan en La Bestia, un colectivo escolar adaptado para transporte canino, saben que pronto podrán descargar toda la energía acumulada desde el día anterior, cuando terminó el último paseo, en el canil de Agronomía donde esperan otros 100 animales que ya están corriendo, saltando o disputando algún juguete suelto por ahí.

En orden, sentados, pero impacientes y con ladridos en aumento, esperan que León Darío Sipes, su paseador, acomode las correas para bajar primero a los más pequeños y, luego, a los más grandes. Entonces, cuando se abre la puerta del ómnibus, bajan Toreto, Ecate, Pisculichi, Uma, Coquito, Luna, Daua, Lola, Mora, Astor, Teodoro, Aquiles, Tita y varios perros más para correr hasta cansarse durante dos horas y luego volver mansitos al transporte que los llevará de nuevo a sus hogares.

«Tenía un (Volkswagen) Gol adaptado, sin asientos trasero y del acompañante para llevar a los perros. Los chicos iban adelante, los grandes atrás. En total eran diez. Hasta que se me ocurrió comprar un colectivo para darles mayor seguridad y confort. Tengo La Bestia desde hace dos meses: el primer colectivo escolar de la Argentina usado para llevar perros», dice orgulloso Sipes, de Amigos Caninos. A pesar de estar en la actividad desde hace cinco años, sus viajes se hicieron virales cuando uno de sus clientes compartió un video del vehículo al llegar a su domicilio para recoger a su perro. La particularidad de utilizar un transporte escolar le dieron mayor impacto a su aparición en las redes.

De lunes a viernes, a partir de las 7, Sipes comienza el recorrido desde Parque Patricios, donde vive con su familia, y pasa por los barrios de San Cristóbal, Almagro, Caballito, Chacarita y Paternal a buscar a la manada que pasea desde hace cinco años. Después de dos horas de viaje por las calles porteñas llega a La Isla de la Paternal, un espacio verde ubicado frente a la facultad de Agronomía. Allí comparte el tiempo con otros paseadores que se sorprenden al verlo llegar en el bus escolar.

«Ellos dicen que estoy loco, puede ser que tengan razón», suelta entre risas. «A los clientes los sorprendió. No se lo esperaban. Por la calle hay gente que mira sorprendida. Es una locura linda que beneficia a los perros», agrega el hincha de Huracán que todavía sigue festejando el triunfo del domingo pasado ante San Lorenzo.

La diferencia entre Sipes y el resto de los paseadores es la forma de transportar a los perros. La mayoría lo hace caminando o en bicicleta; también hay quienes utilizan camionetas o autos adaptados. Para comprarse La Bestia, Sipes suprimió gastos por todos lados y cuando lo tuvo a disposición, lo adaptó.

«Al principio lo usé como venía, pero después di vueltas unos asientos, los enfrenté. Quedó un súper coche cama con asiento. Los perros viajan protegidos porque no se pueden caer ni para atrás ni para adelante y van con correa, enganchados al cinturón de seguridad. El bondi es un servicio diferente en cuanto a comodidad y seguridad para el perro, cada uno puede ir en sus asientos acolchonaditos», agrega el paseador.

Para movilizar a un animal en un colectivo, o en cualquier otro vehículo, se debe cumplir con uno de dos requisitos: el perro, en este caso, debe estar en una caja especial o sujetado con su correa al cinturón de seguridad. El conductor del transporte debe tener una licencia especial que habilita el vehículo de pasajeros y de carga.

Según los últimos datos disponibles de la Encuesta Anual de Hogares, realizada en 2014, se estima que en la ciudad de Buenos Aires hay 250.000 gatos y 430.000 perros como mascotas de las familias porteñas. Pero no existe un número aproximado de personas que se dediquen al cuidado de las mascotas ni una reglamentación que regule la actividad.

Según fuentes de la Agencia de Protección Ambiental (APRA) de la Ciudad, el Registro de Paseadores se dio de baja en diciembre pasado cuando también se cancelaron otros registros. Sin embargo, el área Mascotas del gobierno porteño sigue ofreciendo cursos gratuitos para paseadores que no son obligatorios. En esas capacitaciones se explican las buenas prácticas para pasear mascotas y la convivencia con vecinos, entre otros puntos.

Las temáticas que se abordan son comportamiento canino, tenencia responsable y cuidados, herramientas y seguridad en el trabajo, rol y responsabilidades del paseador, maltrato animal, mordeduras de perros, cómo actuar ante situaciones conflictivas, obligaciones que debe cumplir el paseador de perros y convivencia en el espacio público. Además se dan nociones de veterinaria, RCP y primeros auxilios, zoonosis, golpe de calor, heridas, dermatitis, castración y plantas tóxicas.

Los caniles en la ciudad son 67 espacios creados y acondicionados para que los animales descarguen su energía y se sientan a resguardo. «Estoy con ellos en el canil una hora y media o dos. Corren, se cansan y cuando tenemos que pegar la vuelta los voy llamando y vienen enseguida. La idea es que al volver se duerman a la tardecita y estén tranquilos hasta el otro día que volvemos a pasear», dice Sipes, con parte de su manada alrededor. Cuando están todos juntos caminan en bloque hasta salir del canil y luego hacia La Bestia, que espera para emprender el viaje de regreso.

 

Fuente:

La Nación

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