Sameer Fouad Makarius nació en El Cairo, Egipto el 29 d Abril de 1924. Fue un pintor, diseñador y decorador egipcio-argentino, que dedicó a partir de 1950 la mayor parte de su trabajo a la fotografía.
Hijo de madre judeo-alemana y padre libanés, su juventud transcurrió entre Alemania, Egipto y Hungría, donde se vio forzado a permanecer durante la guerra. Allí realizó sus estudios secundarios y se inició en la pintura y la escultura.

Vivió en Suiza y en París. En 1953 se radicó definitivamente en la Argentina, donde se dedicó a la pintura y la fotografía.
Fue cofundador del Grupo húngaro de arte concreto y miembro de la Escuela Europea.
En 1944 expone en la “Primera exposición de Arte no Figurativo” en Budapest.
En Argentina, formó un grupo de fotógrafos (Forum) dedicado a promover la fotografía como arte. Colaboró con diarios y revistas. Fue un pionero de la fotografía y su estudio en la Argentina, conformando el Grupo ANFA y Forum, en el cual participaron fotógrafos de la talla de Max Jacoby, Humberto Rivas, Julio Maubecin, José Costa, Lisl Steiner, Rodolfo Ostermann, Pinélides Aristóbulo Fusco, entre otros.




Escribió el primer ensayo publicado en el país sobre fotografía argentina desde 1840 hasta 1981. Publicó dos libros de fotografías y textos: Buenos Aires y su gente (1960) y, en 1963, Buenos Aires, Mi Ciudad.
En los años ’50, Sameer Makarius salió a la calle con una cámara al cuello y registró, a la manera de Cartier-Bresson, una visión directa de la ciudad y sus habitantes, reunida en dos libros extraordinarios como Buenos Aires y su gente y Buenos Aires, mi ciudad.
Falleció el 3 de agosto de 2009 en Buenos Aires.
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A continuación te presentamos algunas de sus fotografías




“Dentro de la historia nacional, donde tantas calles han sido escenario de hechos gloriosos o dieron ambiente a una época, Santa Fe pasó inadvertida. Era campo abierto, sobre el linde de la ciudad; luego se transformó en camino y se pobló de quintas. Con el tiempo, el camino se hizo calle, y las quintas, caserones señoriales: por su ruta se llegaba a los portones de Palermo, y a través de ellos se iniciaban viajes hacia los pueblos suburbanos que año tras año iban integrándose a la populosa urbe”.




“Buenos Aires tiene por lindes: un río, ‘el más ancho del mundo’; un arroyo, seguramente uno de los menos ‘fragantes’ del universo; y, finalmente, una avenida de 100 metros de ancho y veintitrés kilómetros y medio de extensión. (…) Es la única ‘frontera’ terrestre de las que rodean la Capital (…). No cabe duda de que este límite ciudadano es una de las más preciadas características de nuestra inmensa urbe”.




“El obelisco de cemento de la Plaza de la República –el Obelisco, por antonomasia– erigido en 1936 por un arquitecto audaz en homenaje al 4º Centenario de la primera fundación de la ciudad, se ha convertido en el símbolo de Buenos Aires como la Tour Eiffel lo es de París. Situado en el cruce de dos avenidas capitales, el blanco índice de su geometría perfecta apunta al cielo, desde el corazón de la ciudad, como una expresión de su voluntad de engrandecimiento y de severa armonía”.




“El Río de la Plata, el río más ancho del mundo, el ‘río como mar’ de los indígenas, el ‘Mar Dulce’ de su descubridor Juan Díaz de Solís, el ‘río color de león’ del poema de Leopoldo Lugones, cuenta con playas dilatadas y de suavísimo declive donde es posible, a quienes carecen de tiempo o de rentas cuantiosas, tomar sus baños y asolearse como millonarios, a un paso de la ciudad, en breves y módicos veraneos dominicales”.












































Fuente:
Sameer Makarius